Por David M. Krakow
Traducción por Daphne Almodóvar
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Ray Ortiz es algo así como un hombre del Renacimiento, según la mayoría de los estándares. Es un veterano. Es dentista. Incluso es un ex jugador de béisbol, reclutado en la escuela secundaria por los Bravos de Milwaukee.
Pero pocos de sus logros provocan tanto orgullo como el de su trabajo entre y en nombre de los residentes hispanos del área de la Bahía de Tampa.
Por sus esfuerzos, Ortiz fue nombrado Hombre Hispano del Año 2023 por Tampa Hispanic Heritage, Inc.
"Fue una experiencia que me llenó de humildad, un honor", dice Ortiz. "Pero lo más importante es que fue una afirmación de lo que hacemos en la comunidad".
La mayor parte de su trabajo se ha centrado en la Fundación Educativa de la hermandad Krewe of the Knights of Sant' Yago (KSY, por sus siglas en inglés), que ofrece becas a estudiantes latinos y económicamente desfavorecidos en University of South Florida (USF), University of Tampa y Hillsborough Community College.
Hoy en día, la Fundación KSY asesora y brinda asistencia con becas a 125 estudiantes en las tres escuelas, lo que convierte a la fundación en el principal donante de becas para estudiantes latinos en la región y el segundo donante más grande del Programa de Becas para Latinos (LSP) de USF. Desde 1994, la Fundación KSY ha donado más de $809,000 dólares al LSP y otras becas en USF.
Ortiz se unió a la comparsa Krewe of Sant’ Yago en 1997, el mismo año en que otorgó su primera beca en USF. Se convirtió en vicepresidente de la Fundación KSY en 2002 y presidente en 2015.
"Estaba muy agradecido, ya que mi propia carrera dependía tanto de las becas", dice, haciendo referencia a su camino desde la licenciatura (bachillerato) hasta la odontología y la escuela de posgrado. "De hecho, me gradué con tan solo $1,500 en deuda en comparación con algunos colegas que se gradúan con $300,000 o $400,000 (en deuda)".
Ortiz sabía que quería retribuir a los estudiantes desfavorecidos, especialmente, aunque no exclusivamente, a los latinos. Ha visto necesidades de un rincón del mundo a otro.
Ortiz nació en 1946 en lo que entonces era la Zona del Canal de Panamá. Su padre servía en el ejército de los EE. UU. y la familia se mudaba con frecuencia, residiendo en Puerto Rico, al que Ortiz llama hogar, Panamá, Turquía, Alemania y España. En Estados Unidos, Ortiz ha vivido en California, Colorado, Kentucky, Georgia, Carolina del Sur, Washington, D.C. y Florida, donde ahora vive con su esposa, Esther, en el sur de Tampa.
En Carolina del Sur, fue reclutado de la escuela secundaria por los Bravos de Milwaukee dos años antes de que el equipo se mudara a Atlanta, uniéndose a su filial Clase AA en Greenville como lanzador de relevo. Pero se aburrió de esperar para jugar y un entrenador lo animó a seguir sus estudios superiores.
Y así, en 1972, recibió su Doctorado en Medicina en Odontología de la Universidad de Puerto Rico y se unió a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Cuatro años más tarde, obtuvo una Maestría en Ciencias de la Facultad de Odontología de la Universidad de Indiana. Se desempeñó como dentista de la Fuerza Aérea durante 20 años y se retiró del ejército como coronel en 1992. Le siguió la práctica privada y ha trabajado como consultor independiente desde 2017. En total, ha practicado la odontología durante 52 años.
También se centra en ayudar a otros a obtener una educación.
“Creo que, si los hispanos tienen la oportunidad de obtener una educación superior, harán mucho más por la comunidad”, dice, explicando que los graduados universitarios tienen el potencial de ganar mucho más a lo largo de sus vidas. La mayoría de los beneficiarios de la Fundación KSY, añade, son estudiantes universitarios de primera generación.
"Entonces, en esos términos, estos individuos pueden traer millones más de regreso a la comunidad", dice. Pero afirma que su participación tiene tanto que ver con su espíritu como con los dólares recaudados.
“Mi esposa bromea diciendo que es viuda de la Fundación para la Educación”, dice riendo. “Siempre estoy arriba en mi estudio, tratando de encontrar otra manera de conseguir más patrocinadores, más donantes. Ese es mi trabajo de tiempo completo. No me paga nada de dinero, pero definitivamente es muy gratificante”.
Ortiz recuerda con cariño haber otorgado una beca en USF hace unos 15 años a un hombre hispano cuyos problemas físicos requerían el uso de una silla de ruedas. Cuando el estudiante se graduó, su familia se acercó y abrazó a Ortiz.
“Me motivó más”, dice Ortiz. “Me dijeron que si no fuera por nuestra ayuda, él no habría estado allí graduándose ese día. Eso me dijo que lo que estamos haciendo vale la pena”.